Rosario, resistencia de los artesanos de lirio

Inés Tabal G.

La Antigua, Ver.- Son solo 35 minutos los que separan el puerto de Veracruz de La Antigua, uno de los pueblos mágicos con más historia y que es considerado como la entrada al nuevo mundo, donde el conquistador Hernán Cortes desembarcó sus naves hace 500 años.

Un árbol de enormes proporciones cuyo contorno se encuentra rodeado por una cadena de hierro maciza, donde los relatos populares aseguran que utilizó el español para anclar sus navíos, permanecen estáticos para dar la bienvenida a los viajeros que se desvían de su camino y deciden recorrer sus calles empedradas.

Ese sendero conduce al corazón del pueblo y ahí frente a las ruinas de la Casa de Hernán Cortes, sentada bajo la sombra de un árbol de “amate”, se encuentra Rosario, una de las pocas artesanas que persiste ante la baja actividad turística que ocasionó la pandemia del Covid-19.

Unas cuantas bolsas, abanicos y carteras hechas de lirio acuático, cuelgan de un toldo que improvisó como su puesto de artesanías, en una mesa están algunos accesorios y recuerdos elaborados con escamas de pescados y conchas que ella misma recoge del río.

La mujer de tes morena y labios pronunciados es una fiel representante de las múltiples mezclas de linaje que con el paso de los años se dieron entre indígenas, españoles y africanos.

Concentrada teje algunas ramas de lirio que inunda el rio de La Antigua; hace nueve años que aprendió el oficio, desde que el huracán Karl tocó costas veracruzanas y casi destruye aquel lugar.

A partir de entonces, ese ha sido su único sustento, junto con su marido quien también forma parte de aquella labor que les ha dejado múltiples satisfacciones, además de ingresos económicos.

Con la destreza que los años le dieron corta, separa, une y da forma a aquellos objetos que son el deleite de los turistas, quienes se acercan a curiosear el trabajo de Rosario.

“El lirio tenemos que irlo a buscar al río, córtalo, luego llegar y lavarlo, ponerlo al sol. Si el sol está muy bueno en una semana más o menos está (…) lo recogemos lo aplanamos con un trapito húmedo de suavitel y empezamos a sacarle todo el aire que tiene y se le da forma”, explicó.

En la elaboración de cada objeto suele tardarse entre tres y dos semanas, dependiendo de cuanto tarde en secar el lirio, mientras que las escamas de pescado es otro proceso diferente, ya que es necesario desinfectarlas y lavarlas con jabón y cloro, trabajo que dura dos días.

Después son coloreadas con pintura vegetal y tienen que ser secadas una por una hasta formar collares, aretes y demás accesorios, todos ellos con un sello único, pero con el mismo amor y dedicación que se impregna en cada una de sus obras.

“Este es un trabajo artesanal y hay que valorarlo, como lo que es”, afirma orgullosa Rosario, de aquel noble oficio, que sigue desempeñando pese a todo pronóstico.

La mayoría de los habitantes del municipio de La Antigua viven del turismo que todos los años llega al lugar, son más de 40 artesanos que suspendieron actividades luego de la llegada de la pandemia del Covid-19.

Muchos de ellos se dedicaron a la venta de comida, otros más como Rosario se niegan a dejar aquel oficio que realizan todos los días con orgullo y cariño, para llevar sustento a sus casas.

 

 

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